Este fin de semana he podido disfrutar de mi ciudad, mi Salamanca, con calma. Viendo esa piedra tan dorada cuando el sol va cayendo al atardecer. Con tranquilidad, con otros ojos que te hacen detener en detalles de edificios que quizás ya me había acostumbrado a ver. Hacía tiempo que no paseaba por sus calles deleitándome con lo que encontraba a mi paso, que no observaba la gran cantidad de colores que ofrece, la composición paisajística. Hacía tiempo que no me detenía en sus monumentos.
La Salamanca de la Celestina, la del Lazarillo de Tormes... la que alberga tantas leyendas.
Mi sitio, mi lugar.
Tengo varios rincones favoritos, desde uno de ellos puedo apreciar la siguiente panorámica:
Os dejo dos párrafos de la Oda a Francisco Salinas de Fray Luis de León, ambos catedráticos de la Universidad. Qué gran belleza y qué serenidad se encuentra en este poema.
El aire se serena
y viste de hermosura y luz no usada,
Salinas, cuando suena
la música estremada,
por vuestra sabia mano gobernada.
Traspasa el aire todo
hasta llegar a la más alta esfera,
y oye allí otro modo
de no perecedera
música, que es la fuente y la primera.
Campbel