miércoles, 27 de mayo de 2009

Nueva York

Para Mairym Cruz Bernal

Había compuesto 800. No todos llegaron al papel, pero los recordaba.

800. Basta y sobra, ¿no?

El recuerdo era un santoral. El 22 de noviembre es la fiesta de Santa Cecilia, pero para ella era el día del nacimiento de un bolero compuesto a los 15 años, cuando viajaba al DF en un autobús que parecía una novela sobre ruedas.

La intuición del exceso le llegó con las penas de la viudez en el exilio. Preferible ganarse la vida de otro modo, y más ante la necesidad de sobrevivir (extraña palabra, como si la vida tuviera un techo sobre el cual flota la miseria). Para colmo, sobre-vivir en la ciudad más dura.

Además, ¿no era una enfermedad esa manía de convertirlo todo en música?

La nieve formaba una capa de escamas. Abrió la ventana. Olió el frío. Hundió las manos en los cristales que cubrían el alféizar. Su cuerpo perdió calor. La nieve derretida liberó un reflejo rojizo.

O tal vez no fue la nieve, sino el aire del viajero rezagado que entraba en la casa para escapar de una muerte inmediata. Era viejo. Voló hasta posarse sobre la butaca del muerto. Cantó sin dejar de mirarla, con unos ojos atravesados por el espanto y la fiebre.

Entonces, rompiendo las aguas del silencio, la mujer no pudo más. Corrió a la mesa donde guardaba la tinta y la pluma resecas. Escribió cinco palabras sobre siete notas: Cuando vuelva a tu lado. Y se alzó, por un instante inabarcable, en un duelo a vida con el visitante.

Marta Aponte Alsina

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